Llegó la hora de la acción en Internet de las cosas
Después de unos años viendo cómo Internet de las Cosas (IoT) aparecía en los informes de las consultoras como la gran esperanza del futuro de las tecnologías de la información, llevamos una temporada en la que el nuevo rey de las previsiones es big data. ¿Se ha apagado ya la fulgurante estrella de IoT?
En realidad, creo que no. Lo único que ha ocurrido es que se ha acabado el tiempo de la especulación para esta tecnología, que ya es una realidad, y ahora son otras soluciones, como las de la gestión y procesamiento cognitivo de grandes volúmenes de datos, las que están pasando por esa fase.
Seguramente, cuando en 1999 Kevin Ashton utilizó por primera vez el término “Internet of Things” estaba ya pensando que diez años después aquello sería realidad. Sin embargo, escribió un artículo en RFID Journal en 2009 en el que reflexionaba sobre cuál debía ser la acepción del término en aquel momento, ya que el gran cambio que él había pronosticado aún estaba por llegar.
Tiempo después, las cifras de despliegue real de objetos conectados son menores que las que marcaban las previsiones y su crecimiento no lleva la velocidad deseada; empiezan a verse claros mitos y realidades, pero resulta que IoT no se ha acabado, ni va a desaparecer.
Las implementaciones de proyectos IoT empiezan a estar presentes en nuestras vidas. Pensemos en los coches conectados que cuentan con cierto nivel de conducción autónoma, en los contadores inteligentes que informan de nuestro consumo energético en tiempo real, en cafeteras que cambian el modo en que trabajan en función del mercado en el que están instaladas, en ascensores inteligentes que dan información y funcionan según su nivel de uso y tipología de usuarios o las luminarias conectadas que se encienden solo cuando anticipan que un vehículo va a llegar a su zona de influencia. Hoy ya podemos hablar de grandes proyectos de productos conectados con decenas o centenas de miles de objetos desplegados que generan información y respaldan un caso de negocio positivo.
Ha terminado el tiempo en el que lo principal era definir arquitecturas o escenarios teóricos, o hablar de las múltiples tecnologías de comunicaciones entre las que se podría elegir a la hora de hacer un despliegue en entornos de gran consumo o en el ámbito empresarial. Ya sabemos para qué conectar cosas, pues tenemos múltiples casos de uso. Hasta tenemos conceptos como Industria 4.0 que, apoyado en IoT, engloba todo lo que podría ser la transformación digital de la industria. La gran incógnita ha pasado a ser ahora cuál y de qué magnitud es el beneficio de negocio que nos tiene que traer el dato que obtenemos de esos objetos conectados y la capacidad de actuar sobre ellos. Recientemente un compañero se refería a esta misma cuestión en un artículo a propósito del libro “Internet of Things”, de Maciej Kranz.
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